Supuestamente, el 5 de julio, el papa Francisco no leyó un párrafo de un discurso previamente escrito por él, en el cual apoyaba la libertad en Hong Kong. A fin de evitar más especulaciones descabelladas, el Vaticano debería publicar el texto del acuerdo firmado con China en el año 2018.
por Massimo Introvigne
El 5 de julio, ocurrió en el Vaticano un misterioso incidente que habría complacido a Dan Brown. A los periodistas se les distribuyen los discursos del papa «embargados», lo que significa que los medios de comunicación recién pueden citarlos luego de que el Papa los haya pronunciado. En el pasado, los periodistas que violaban los embargos perdían sus credenciales con el Vaticano.
Supuestamente, el texto embargado en italiano del habitual discurso dominical del papa Francisco incluía un párrafo sobre Hong Kong. En inglés, dice lo siguiente: “En los últimos días, he seguido con especial atención, y no sin preocupación, cómo se estaba desarrollando una situación complicada en Hong Kong. En primer lugar, me gustaría expresarles mi simpatía y cercanía a todos los que viven allí. Lo que se está discutiendo en estos días se refiere a asuntos delicados que afectan la vida de todos. Por consiguiente, es fácil entender que los ánimos puedan llegar a exaltarse. Por lo tanto, deseo que todos los involucrados puedan afrontar dichas cuestiones con un espíritu de sabiduría y diálogo genuino. Esto requiere valor, humildad, no violencia y respeto por la dignidad y los derechos de todos. Deseo que la vida social y, en particular, la vida religiosa, se manifiesten en plena y genuina libertad, tal y como lo exigen varios documentos internacionales. Mi oración permanece constantemente con la comunidad católica y con todas las personas de buena voluntad de Hong Kong, para que juntos puedan construir una sociedad próspera y armoniosa”.
No obstante, cuando el papa Francisco leyó este discurso omitió dicho párrafo. A pesar de que el texto fue filtrado por primera vez por un periodista conocido por su hostilidad hacia Francisco, no hay razón para dudar de su autenticidad, y el Vaticano tampoco ha negado que sea uno de los habituales discursos preescritos distribuidos bajo embargo. El texto era bastante moderado, pero las referencias a «la libertad plena y genuina» y a «los documentos internacionales» que China debería respetar podrían haber molestado al Gobierno chino, a pesar de que estaban equilibradas por la referencia a una «sociedad armoniosa», siendo la misma una expresión frecuentemente utilizada por el presidente Xi Jinping.
Los críticos afirman que, en las pocas horas que transcurrieron entre la distribución del texto embargado a los medios de comunicación y la pronunciación del discurso, China intervino. Esto no es imposible, pero habría sido extraordinariamente rápido. Un astuto observador vio en el incidente lo que en italiano me siento tentado a llamar, con el debido respeto, avvertimento mafioso o advertencia al estilo de la mafia. De acuerdo con esta interpretación, el Vaticano dejó circular el texto para advertirle al Gobierno chino lo que el papa podría decir si no ejerce cierta moderación.
Todo esto sucedió en un clima en el que el silencio del papa sobre Hong Kong a menudo fue criticado, y en el que abundan las especulaciones sobre la renovación del acuerdo firmado entre el Vaticano y China en el 2018, la cual estaría prevista para septiembre de 2020.
El papa Francisco tiene enemigos que están en su contra por razones totalmente ajenas a China, y personalmente no creo en sus sensacionalistas revelaciones sobre el supuesto apoyo monetario de China al Vaticano ni en la existencia de cláusulas sobre Hong Kong en el acuerdo del 2018. Pero las especulaciones se descontrolan porque el texto del acuerdo firmado en el año 2018 es secreto.
Mi propuesta sería que, antes de que se firme una renovación, ya que parece probable, o de que no se firme, hagan público su texto. Esta sería la forma más efectiva de eliminar los rumores, las noticias falsas y las especulaciones. La objeción que afirma que el secreto forma parte del propio acuerdo no es válida, ya que sabemos que la renovación no es automática y, que al renovar un acuerdo, las cláusulas siempre pueden ser renegociadas.
La principal objeción es que los acuerdos secretos son parte de la diplomacia y pueden servir para un buen propósito. No obstante, el papa Francisco ha pedido repetidas veces que se lleve a cabo una profunda reforma de la forma en la que operan las instituciones del Vaticano y aboga por un nuevo clima de transparencia y sinodalidad. Parece que muy pocas personas, incluso en el propio Vaticano, sin mencionar dentro de la Iglesia católica china, han leído el acuerdo. Lo que está sucediendo en el lugar donde ocurren los hechos, tal y como Bitter Winter documenta regularmente, es, por no decir algo peor, contradictorio. La persecución de los sacerdotes y obispos que critican al PCCh y, en ocasiones, incluso de algunos que no critican al régimen, no se ha detenido.
El Vaticano no es simplemente otro Gobierno. En nombre de la transparencia y la sinodalidad, publicar el texto del acuerdo, o al menos distribuirlo entre los cardenales y obispos, contribuiría a desintoxicar lo que se está convirtiendo cada vez más en una situación tóxica y disfuncional, y a proteger al propio papa de sus críticos más mordaces.