El Cuerpo de Producción y Construcción de Sinkiang, establecido hace casi 65 años para proteger y desarrollar esta remota región noroccidental de China, en la actualidad está desempeñando un papel cada vez más importante en lo que respecta a las iniciativas del Gobierno central tendientes a combatir el «extremismo religioso».
La mayor parte de las personas de etnia han se han asentado en la región autónoma de Sinkiang por decreto estatal luego de que la región fuera tomada y controlada por la China comunista en el año 1949. La proporción de residentes de etnia han ha aumentado de 4 a más del 40 por ciento desde entonces, acercándose en número a la población conformada por uigures musulmanes. La razón de este fenómeno puede atribuirse principalmente al establecimiento del Cuerpo de Producción y Construcción de Sinkiang (XPCC, por sus siglas en inglés) en el año 1954.
El XPCC, frecuentemente llamado «Bingtuan», es una organización económica, social y paramilitar, fundada bajo las órdenes de Mao Zedong para proteger y desarrollar esta remota región fronteriza. Inicialmente compuesto por 175 000 soldados retirados del servicio, el XPCC actualmente cuenta con más de 2,5 millones de miembros que trabajan en la industria y la agricultura, así como también en el sector administrativo y en el servicio público. Alrededor del 86 por ciento son chinos de etnia han y la mayor parte de los miembros nuevos no son oriundos de Sinkiang.
Con sede en Urumqi, la capital de Sinkiang, el XPCC está compuesto por 14 divisiones que corresponden de forma individual a cada una de las divisiones administrativas a nivel de prefectura de Sinkiang, y por aproximadamente 180 regimientos divididos en compañías. Más de la mitad de los miembros del XPCC trabajan en granjas y haciendas a nivel de regimiento, dispersas por las regiones escasamente habitadas de Sinkiang.
Aproximadamente 100 000 empleados también forman parte de la milicia del XPCC, para quienes las actividades de entrenamiento militar son una tarea esencial, al igual que su trabajo y su vida diaria. A raíz de las políticas del Gobierno central creadas para «mantener la estabilidad», la función relacionada con la seguridad del XPCC ha ido recobrando importancia luego de muchos años de declive.
Un periodista de Bitter Winter visitó recientemente uno de los regimientos del XPCC para descubrir cómo estas políticas, que han provocado que más de un millón de musulmanes se encuentren detenidos en campamentos, así como también la destrucción en curso de su identidad cultural y religiosa, están afectando a los chinos de etnia han que viven en la remota Sinkiang.
Un trabajador de edad avanzada, quien también es miembro de la milicia, le dijo a nuestro reportero que, a lo largo del año 2018, cada granja del regimiento había estado “preparándose para la guerra en aras de mantener la estabilidad”. Solo en el mes de marzo, su regimiento reclutó a 600 nuevos miembros.
“Las autoridades frecuentemente organizan reuniones para los nuevos reclutas, a quienes se les había ordenado firmar un acuerdo para unirse a la milicia. Además de su trabajo regular, los milicianos están obligados a participar en simulacros militares obligatorios”, afirmó el mismo. “Durante el mes de mayo de este año, en una reunión de emergencia, todos los miembros del regimiento —antiguos y nuevos— tuvieron que firmar el llamado ‘acuerdo de lealtad’. Lo esencial de esto es que realizan un juramento de lealtad al Partido Comunista, apoyando sus políticas y garantizando no poseer creencias religiosas. Además, todos están obligados a usar un uniforme especial”.
Según el entrevistado, los simulacros militares frecuentemente se llevan a cabo en campos deshabitados: tan pronto como suena la sirena, todos los hombres menores de 45 años parten en vehículos militares y no regresan hasta las dos o tres de la mañana. Mientras tanto, las mujeres patrullan el área a pie hasta la 1 de la mañana. A los milicianos también se les ordena llevar un palo de madera para realizar los ejercicios diarios de «kung fu con palos».
Cada persona en la milicia debe poseer un teléfono, el cual será utilizado exclusivamente para asuntos relacionados con la misma, cada vez que suena el teléfono, los milicianos deben llegar al lugar de reunión designado en un plazo de diez minutos, sin importar dónde se encuentren. Aquellos que no llegan al lugar designado a tiempo son castigados de diversas maneras —desde una advertencia por el retraso hasta tener que asistir a «clases de estudio» y adoctrinamiento.
Las medidas de supervisión y castigo también son sorprendentes. Otro miliciano entrevistado le dijo a nuestro reportero que nadie está exento de participar en simulacros y en entrenamientos a menos que se proporcione un certificado médico en el que se detalle el problema de salud que padece el que lo presenta. “Todos deben estar siempre alertas y, a menudo, son inspeccionados por sus superiores. Durante una inspección a los puestos de guardia llevada a cabo a la hora de la comida, se descubrió que dos milicianos no se encontraban en los mismos, lo cual fue considerado un grave incumplimiento del deber. Como consecuencia de ello, su superior tuvo que escribir una ‘carta de autocrítica’, fue despedido de su cargo y posteriormente fue enviado a una ‘clase de estudio’”.
En otro incidente relatado por el miliciano, un cuadro del regimiento fue encerrado en una jaula de hierro porque no usó una insignia especial mientras estaba de servicio. «Cualquiera que incluso se atreva a formular una pequeña queja podría ser enviado a ‘estudiar’ y muchos fueron enviados allí por todo tipo de razones ridículas», agregó el hombre.
Otra persona entrevistada, también miembro de la milicia, le dijo al reportero que los simulacros militares provocan que la gente se sienta extremadamente ansiosa. “Las personas que trabajan no tienen una vida normal en absoluto, todo es un completo desastre. Actualmente, hacemos esto [los simulacros] todos los días, en lugar de trabajar. Hace varios días que no puedo dormir. Solo cierro los ojos por un momento, pero en realidad no me atrevo a dormir. Quiero renunciar, pero el Gobierno no aceptará mi renuncia. Si das un paso en falso, puedes ser enviado a ‘clases’ de adoctrinamiento, o incluso tu familia puede verse implicada. ¿Quién se atrevería a no cooperar?”, preguntó el miliciano.
Sus palabras reflejan el sentimiento de muchos empleados que viven en las granjas del regimiento y también confirman el principio de las autoridades de Sinkiang: «El mantenimiento de la estabilidad es lo primero, incluso si ello significa sacrificar el desarrollo económico».
Una persona a cargo de una compañía del regimiento confirmó que las actividades relacionadas con la milicia se habían intensificado recientemente: ahora se realizan reuniones o simulacros todos los días y los milicianos a veces no duermen durante varios días seguidos. Cuando su esposa estaba embarazada de siete u ocho meses, solicitó permiso en el cuartel general del regimiento para poder viajar a su casa y visitar a su familia, pero no se le concedió permiso para hacerlo. Debido a ello decidió abandonar el regimiento para siempre, pero cuando presentó su renuncia, su superior no solo no la aprobó sino que le dio un sermón en el que le dijo: «En este momento crítico, renunciar a tu puesto sería como si un soldado abandonara su cargo. Si quieres tomarte unos días libres, puedes asistir una ‘clase de estudio’”. El entrevistado agregó con una expresión de total impotencia: «Si esto continúa, mi familia se desmoronará».
Parece que no todos los chinos de etnia han creen en la política implementada por el Gobierno tendiente a «mantener la estabilidad». Uno de los entrevistados se quejó afirmando: «Actualmente, los agricultores no cultivan la tierra, los comerciantes no administran negocios y las familias no se reúnen. No existe una vida normal ni descanso. Los ánimos de todos están en un estado de mucha tensión, al borde del colapso. ¿Y, por qué? No he visto a ningún insurgente contra el que se supone que debamos luchar».
Otro entrevistado agregó: «El Gobierno no permite que las personas tengan fe, controlan a las minorías étnicas y también mantienen un estricto control sobre las personas de etnia han. En realidad, están exacerbando las tensiones entre los uigures y los han. Si esto continúa, eventualmente provocarán un gran caos».
Información de Li Zaili