Incluso durante el brote de coronavirus, las autoridades chinas continuaron clausurando templos budistas y destruyendo estatuas de deidades.
por Yang Luguang
El 1 de abril, el Gobierno del condado de Dangtu de la ciudad de Ma’anshan, en la provincia oriental de Anhui, demolió por la fuerza el Templo de Longhua, construido originalmente durante el decimotercer año del reinado del emperador Ming de Tang (713-756) y posteriormente reconstruido tras haber sido destruido durante la Revolución Cultural. En mayo del año pasado, el templo fue sellado por el Gobierno por «carecer de certificado de registro de lugar de actividad religiosa».
Según un testigo ocular, aproximadamente 100 oficiales de policía rodearon el templo, prohibiendo que la gente se acercara al mismo, especialmente aquellos que querían protegerlo. Algunas personas de edad avanzada incluso fueron arrojadas al suelo. Un residente que intentó filmar la demolición fue amenazado con ser arrestado. En poco tiempo, el templo fue convertido en una pila de escombros, y los funcionarios les indicaron a los trabajadores asignados para tal fin que cavaran un pozo para enterrarlos, ocultando así todo rastro de la demolición.
El 3 de enero, las autoridades locales demolieron el Templo del Fénix que se encontraba emplazado en el poblado de Qitang, administrado por el distrito de Bishan de Chongqing, una megaurbe del suroeste de China. «El Partido Comunista es una banda de bandidos modernos que luchan contra el bodhisattva y privan a la gente común de lugares donde hallar paz», afirmó con ira un budista local.
En el mes de marzo, ocho templos budistas emplazados en el distrito de Yongchuan de Chongqing fueron clausurados por orden del Gobierno local. Los funcionarios amenazaron con demolerlos si no se ejecutaban las órdenes. A fin de preservar los templos, algunos administradores no tuvieron más remedio que tapiar sus entradas. «A varios administradores de templos se les exigió hacer eso como una medida de prevención de la epidemia», afirmó uno de los administradores. «Xi Jinping no permite que las personas practiquen el budismo».
El 9 de marzo, una estatua de Kwan Yin de 11 metros de altura situada sobre una estructura recientemente construida en el Templo de Yuantong, emplazado en la ciudad de Fuzhou de la provincia suroriental de Fujian, fue demolida por «ser demasiado alta». Las autoridades presionaron al abad del templo para que retirara la estatua, construida hacía seis años a un costo de más de 300 000 yuanes (alrededor de 43 000 dólares), amenazando con demoler el lugar de culto si no se acataba dicha orden. Sin otra opción, el mismo contrató trabajadores y les pagó más de 100 000 yuanes (alrededor de 14 000 dólares) para que demolieran la estatua.
«El Partido Comunista teme que el creciente número de budistas les haga difícil gobernar», comentó un budista local. «Debido a ello, quieren reducir el número de creyentes y ‘sinizar’ las religiones. A los templos se les hará cada vez más difícil sobrevivir en el futuro».
A fines de enero, funcionarios de un poblado en el distrito de Kaizhou de Chongqing presionaron a un secretario del PCCh de una de las aldeas para que destruyera un templo local «en nombre de la prevención de la epidemia», o de lo contrario, sería destituido de su cargo. El 18 de febrero, el mismo contrató a una excavadora para que retirara una estatua de Buda de 3 metros de altura situada en un pabellón del patio del Templo de Foye, pero no pudo hacerlo. Luego de ello, le dijo a la policía que detuviera al administrador del templo que protestaba contra la demolición, y al día siguiente contrató una grúa para que quitara la estatua y demoliera el pabellón.
El 20 de diciembre, el Gobierno del distrito de Longsha de la ciudad de Qiqihar en la provincia nororiental de Heilongjiang destruyó una estatua de Buda que se encontraba situada en el Templo de Qingyun, alegando que la misma «era demasiado alta». La estatua había sido construida aproximadamente en el año 2013, a un costo de casi un millón de yuanes (alrededor de 140 000 dólares).