La policía del Partido Comunista de China (PCCh) arrestó a casi todos los varones musulmanes mayores de treinta años en una aldea de Sinkiang y los envió a “campos de transformación por la educación”, una inmensa red de campos para la minoría étnica de los uigures, originarios de la región, creada por el gobierno como parte de una gran represión contra los musulmanes, lanzada en 2014. Según estimaciones, los campos, supuestamente creados para contrarrestar el “extremismo religioso”, actualmente albergan a más de un millón de personas.
Prácticamente ningún varón queda en casa en una aldea del condado de Huocheng, ciudad de Yining: la mayoría fueron llevados a los campos. Además, para vigilar a la gente de la aldea, las autoridades han instalado cámaras de vigilancia en cada intersección y monitorean todas las llamadas por teléfono. El gobierno le dio a cada familia un gran reloj y les ordenó colocarlo en la sala de estar; quien desobedecía era amenazado con ser arrestado. Temiendo que los relojes contengan una cámara o un micrófono ocultos, las personas no se atreven a examinar los relojes o a hablar en voz alta en sus casas. Incluso sus familiares se cuidan de visitarlos.
El 18 de marzo, la policía local entró por la fuerza en la casa de un señor uigur de 55 años de edad llamado Ma. Los oficiales le preguntaron si alguna vez había leído el Corán. Ma, un campesino franco y sencillo, poco familiarizado con los interrogatorios de la policía, honestamente respondió que leyó algunas partes del Corán con su padre cuando era niño. Tomando la respuesta de Ma como una confesión, los oficiales lo arrestaron inmediatamente. La familia de Ma más tarde tuvo noticia de que lo habían llevado a “La Escuela del Corazón Amoroso” (爱心学校), la cual, detrás de su escalofriante e inapropiado nombre, es en realidad un campo de adoctrinamiento donde el PCCh “combate al extremismo religioso”. A Ma se le permitía llamar a su familia solo una vez a la semana o cada quince días. Cada llamada se cortaba automáticamente después de cinco minutos. Como todas las llamadas telefónicas eran estrechamente monitoreadas, cada vez que llamaba a su familia, Ma solo podía preguntar, “¿Están todos bien?”, sin atreverse a decir nada más.
Ma Tianming, un uigur de la zona, de 75 años, se encargaba de los asuntos de la mezquita local. A finales de febrero, las autoridades del PCCh arrestaron al imán de la mezquita. La vida en la aldea se estaba haciendo más peligrosa.
Al atardecer del 4 de marzo, Ma estaba en casa con su nieta. De pronto, dos oficiales de la Brigada Nacional de Seguridad del Condado de Huocheng entraron por la fuerza en la casa y arrestaron a Ma, dejando sola a su nieta de cinco años en el patio, llorando de miedo. La familia de Ma, temiendo la persecución y no queriendo hacerle daño, no hizo nada por conocer su paradero. Solo recibieron su orden de arresto más de un mes después, pero nunca lo volvieron a ver.
Jin, de 55 años, era un devoto musulmán y a menudo iba a la mezquita a leer el Corán. Un día a principios de abril, oficiales de la Brigada de Seguridad Nacional del Condado irrumpieron en su casa y se lo llevaron. Jin fue enviado a “La Escuela del Corazón Amoroso”. Con la esperanza de que manteniéndose en silencio asegurarían la rápida liberación de Jin, su esposa no le dijo a nadie lo que le había sucedido a su esposo. Para mostrar su lealtad al Partido, se le obligó a acudir a las ceremonias nacionales de izamiento de la bandera todos los lunes y a aprender canciones alabando al Partido Comunista de China.
Los aldeanos, cuyos miembros de familia han sido enviados a campos de intenso adoctrinamiento, son monitoreados incluso más estrechamente. Este año, durante el Ramadán, el gobierno recompensó a los informantes con cientos e incluso miles de yuanes por denunciar a aquellos que hacían el ayuno. Todos los que van a la mezquita para el culto deben pasar por un escáner sus credenciales de identificación en la entrada. Si las autoridades consideran que alguien está pasando mucho tiempo en la mezquita, se le envía a la “Escuela del Corazón Amoroso”.
Toda la villa vive en constate estado de ansiedad y miedo, temen ser arrestados y castigados si las autoridades deciden que han hecho o dicho algo “contrarrevolucionario”. Algunos aldeanos lamentan que “Vivir en un país donde el PCCh tiene el poder, es tan aterrador como estar en la cárcel. El gobierno comunista no solo controla lo que dices, ¡también trata de controlar lo que piensas! ¡El PCCh nos está volviendo locos!”.
Información de Li Zaili