Las autoridades adoptan medidas de vigilancia, tales como drones, policías vestidos de civil y redes móviles bloqueadas, para mantener en secreto las medidas represivas implementadas contra las personas religiosas.
Ma Xiagu
Cada vez más informes recibidos por Bitter Winter sobre la represión de lugares religiosos incluyen información sobre la intensificación de la vigilancia policial, a fin de garantizar que ningún detalle de su accionar sea compartido con el mundo exterior. La mayor parte de estas operaciones organizadas contra personas de fe tienen algunos aspectos en común: una significativa presencia policial asegurando el bloqueo impenetrable del lugar, control de la red móvil, uso de drones para efectuar reconocimiento y presencia de oficiales vestidos de civil en el lugar donde suceden los hechos.
Las mismas medidas fueron utilizadas en la Región Autónoma Hui de Ningxia el 31 de marzo, cuando las autoridades destruyeron la Mezquita de Beida, emplazada en la aldea de Sancun, bajo la jurisdicción del poblado de Xingjing, siendo la misma una división del distrito de Xixia de la capital de la región, Yinchuan.
Aproximadamente a la una de la tarde, oficiales procedentes de varias unidades policiales, entre las que se incluía la policía especial, llegaron al lugar en más de 30 vehículos, entre los que había excavadoras, y sellaron la mezquita con cinta policial. Agentes de policía se encontraban estacionados cada pocos metros y pequeños grupos de policías vestidos de civil se habían mezclado con la multitud para vigilar a las personas y evitar que tomaran y enviaran fotos. Los mismos amenazaron con arrestar a cualquiera que se atreviera a protestar contra la demolición, bajo el pretexto de «aniquilar el crimen de pandillas y eliminar el mal«.
La policía también asignó a dos oficiales para que vigilaran una mezquita cercana y les indicó que informaran si detectaban algo inusual.
Más de una hora después, la mezquita de casi 30 años de antigüedad que reunía a aproximadamente 400 fieles para las plegarias de los viernes fue arrasada hasta los cimientos, y su congregación fue «fusionada» con la de otra mezquita –siendo la misma una excusa ampliamente utilizada por el PCCh para demoler los lugares religiosos legítimos.
Una persona que se hallaba en la escena donde sucedieron los hechos le dijo a Bitter Winter que escuchó a los oficiales gritar en la radio de la policía que había personas que tomaban fotos de los edificios circundantes. «Solo entonces me di cuenta de que los drones estaban sobrevolando sobre nosotros, monitoreando el área», explicó el hombre.
Las duras medidas implementadas por la policía imposibilitaron que los espectadores se acercaran a la mezquita o incluso dijeran algo en contra de su demolición. Según un residente de etnia hui que se hallaba en la escena, la gente estaba aterrorizada debido a las continuas represiones gubernamentales. «En Sinkiang, miles y miles de personas han desaparecido», afirmó el hombre intentando explicar las razones por las que las personas temen oponer resistencia contra el Gobierno.
Algunos residentes afirmaron que, tras la demolición, se instalaron cámaras de vigilancia de alta definición para monitorear el sitio.
Medidas policiales similares fueron reportadas el 11 de abril, durante la demolición parcial de la mezquita de la aldea de Gazhuang, bajo la jurisdicción del poblado de Zheqiao, en la Prefectura Autónoma Hui de Linxia de la provincia de Gansu. Por orden del Gobierno, partes de la mezquita recientemente construida fueron destruidas, provocando protestas de los musulmanes locales que se enfrentaron con los agentes del orden. Según los informes iniciales, un musulmán de edad avanzada fue arrestado y otros cinco fueron golpeados y posteriormente tratados en un hospital.
De acuerdo con la información recientemente recibida de testigos presenciales, inmediatamente después de escuchar las noticias sobre la demolición en curso, las personas se dirigieron apresuradamente hacia la mezquita. Cerca de 1000 vehículos fueron interceptados a unos ocho kilómetros de la mezquita.
Otra fuente afirmó que más de 100 agentes de las fuerzas del orden público acordonaron todas las carreteras que conducían a la Bahía de Zheqiao, y que se establecieron puestos de control en el camino para interrogar a las personas que ingresaban o salían de la zona. La policía especial hizo guardia dentro y fuera de la mezquita durante todo el día. Las señales de la red móvil fueron bloqueadas y el transporte público fue suspendido.
Cuando al día siguiente, un reportero de Bitter Winter le pidió a un joven residente de etnia hui que tomara fotos del sitio de la demolición desde su balcón, éste se negó, claramente asustado, afirmando: “El Gobierno no permite tomar fotos. Cuando ocurrió el incidente, muchas personas estaban tomando fotos que luego fueron publicadas en línea. Algunos fueron arrestados en el acto y a otros se les confiscaron sus teléfonos móviles”, explicó el joven.