Además de los musulmanes, los testigos de Jehová y los creyentes de la Iglesia de Dios Todopoderoso y de otros grupos perseguidos también son enviados a campos de internamiento para ser «transformados».
por Xiang Yi
“En el campamento, más de una docena de ‘estudiantes’ viven en una pequeña habitación de menos de 20 metros cuadrados. Ya que el retrete se encuentra situado dentro de la misma, los malos olores impregnan toda la habitación”, le dijo a Bitter Winter un musulmán de etnia hui procedente de la norteña provincia de Sinkiang, quien el pasado mes de mayo fue liberado de un campamento de transformación por medio de educación. El hombre había sido detenido bajo sospecha de efectuar trabajo misionero, ya que a menudo ayudaba a las personas necesitadas y les daba limosna.
“A modo de castigo, los guardias les ordenaban a los reclusos comer junto al inodoro mientras otros lo usaban. Si se negaban, enfrentaban castigos físicos aún más severos, como, por ejemplo, eran obligados a pararse frente a la pared durante más de diez horas”, continuó el hombre. «Los detenidos eran obligados a sentarse en un pequeño taburete para estudiar y memorizar las leyes y reglamentos nacionales, escribir ensayos sobre ellos y realizar otras actividades similares durante más de doce horas por día». Además de las interminables clases de adoctrinamiento y diversas formas de acoso, los guardias a veces obligaban a los detenidos a acercarse unos a otros y decirse: «te amo», lo cual era excepcionalmente cruel sabiendo las penurias a las que estas personas eran sometidas a diario.
El hombre añadió que los guardias tenían informantes en cada clase, quienes vigilaban cada palabra y movimiento de sus compañeros detenidos. Los que eran denunciados por quejarse o efectuar comentarios «impropios» eran castigados.
«Algunos detenidos eran atormentados hasta llegar al borde del agotamiento mental», continuó el musulmán de etnia hui. “Uno de ellos no decía nada más que ‘obedezco’ a quienquiera que hallara a su paso. Muchos eran trasladados a hospitales psiquiátricos y permanecían detenidos allí. Algunos detenidos se suicidaron, otros fueron torturados hasta la muerte y muchos desaparecieron sin dejar rastro”.
El mismo además explicó que, por lo general, muchos de los detenidos liberados no están dispuestos a compartir sus experiencias en los campamentos porque allí son obligados a firmar acuerdos de confidencialidad. Si divulgan algún tipo de información, serán castigados.
Una creyente de la Iglesia de Dios Todopoderoso (IDT) de aproximadamente sesenta años, procedente de la ciudad de Shihezi, en Sinkiang, le dijo a Bitter Winter que mientras estuvo detenida fue sometida a adoctrinamiento obligatorio y sufrió castigos físicos constantes. Era obligada a permanecer en posición de medias cuclillas durante más de diez horas, a veces hasta altas horas de la noche, por negarse a escribir informes sobre lo que aprendió durante las clases de adoctrinamiento. Incapaz de permanecer en cuclillas durante mucho tiempo, a menudo se caía, pero era obligada a reanudar la incómoda posición una vez más.
«Una guardia me abofeteó con una zapatilla mojada», recordó la mujer. “Con cada bofetada, me preguntaba si todavía creía en Dios. Quería presionarme a abandonar mi fe”.
Una creyente de la IDT, procedente de la ciudad de Korla, en Sinkiang, relató una experiencia similar. La misma fue detenida junto con otros siete creyentes de la IDT y sometida a castigos físicos durante más de cinco meses por negarse a renunciar a su fe.
La mujer afirmó que en el campamento también había varios testigos de Jehová. A algunos jóvenes creyentes les habían afeitado la cabeza y los golpeaban frecuentemente por negarse a cantar canciones patrióticas. Una mujer fue obligada a llevar un pesado martillo atado a sus grilletes durante más de diez días.
Según una fuente procedente de la ciudad de Kasgar de Sinkiang, en los campamentos de transformación por medio de educación a menudo ocurrían muertes no naturales, y el personal de los mismos se deshacía de los cuerpos en secreto, sin informar a las familias de los fallecidos.
La fuente le dijo a Bitter Winter que, en el mes de julio de 2016, un hombre uigur de aproximadamente 30 años, procedente del condado de Bachu de la prefectura de Kasgar, fue enviado a un campamento por asistir a la mezquita. Un año y medio después, murió repentinamente, y las autoridades no explicaron la causa de su muerte ni informaron oficialmente a sus familiares. Su madre se enteró de su muerte mucho después y a través de otros canales.
Un campamento de transformación por medio de educación emplazado en la ciudad de Hami de Sinkiang.