El mitin conmemorativo de la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo envió un claro mensaje a Pekín en el trigésimo aniversario de la matanza. Bitter Winter estuvo presente.
Marco Respinti
A muchas personas les gusta decir que el comunismo ha muerto y que, simplemente, pertenece al pasado. Desafortunadamente, millones y millones de ciudadanos chinos tienen razones de peso para contradecir esta imprudencia. El (bendito) hecho de que el régimen comunista de Europa Oriental del llamado ex bloque soviético se desmoronara en 1989-1991 no autoriza a nadie a invocar una desaparición no documentada, no comprobada y no concretada del comunismo chino. Se trata únicamente del deseo ferviente de un gran número de occidentales que están ansiosos por olvidar la cruda realidad china para dedicarse al comercio rentable con los tiranos en Pekín; esto es, invocando un futuro que aún no ha llegado, pero que con toda seguridad –y quizá más pronto de lo que se pudiera pensar– llegará tanto en China como en Occidente, dijo el Dr. Lee Edwards en el Mitin de Conmemoración de la Masacre de la Plaza de Tiananmén que se llevó a cabo el 4 de junio en el jardín oeste del Capitolio de los Estados Unidos en Washington D. C.
El evento fue organizado por la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo, una organización educativa sin fines de lucro a favor de los derechos humanos fundada en 1994. La fundación está convencida de que el comunismo ha sido un crimen en contra de la humanidad y que todavía es una plaga vasta y mortífera, como lo mostraba la camiseta de Solidarność que llevaba puesta un caballero que se encontraba en la audiencia, que decía: “El socialismo equivale a genocidio”.
Edwards, Miembro Distinguido del Conservative Thought (Pensamiento Conservador) en el B. Kenneth Simon Center for American Studies en la Fundación Heritage de Washington D. C., autor de 15 libros y presidente de la fundación, coordinó el evento junto con su colega, la señorita Kristina Olney, directora de relaciones gubernamentales.
Varios oradores de distintas creencias religiosas e inclinaciones políticas que representan a más de 20 organizaciones de derechos humanos tomaron la palabra, uno tras otro, teniendo como fondo el reluciente Capitolio blanco en un día soleado con un cielo azul que anunciaba suavemente el verano: un esplendor natural que muchos tomaron como una señal de esperanza para los derechos humanos en China.
Entre ellos se encontraban Annie Boyajian, directora de defensoría en Freedom House; el Dr. Jianli Yang, presidente de Citizen Power Initiatives for China (Iniciativas de Poder Ciudadano para China); el señor Wei Jingsheng, fundador de la Wei Jingsheng Foundation (Fundación Wei Jingsheng); el Dr. Wang Dan, fundador de Dialogue China (Diálogo China); la señorita Rushan Abbas, fundadora y presidente de Campaign for Uyghurs (Campaña por el pueblo Uigur); el señor Matteo Mecacci, presidente de International Campaign for Tibet (Campaña Internacioal a favor del Tíbet), el señor Tendor Dorjee del Tibet Action Institute (Instituto de Acción del Tíbet) y Students for a Free Tibet (Estudiantes por un Tíbet Libre); la Dra. Sophie Richardson, directora de Human Rights Watch en China, el señor Francisco Bencosme, gerente de defensoría para Asia y el Pacífico de Amnistía Internacional Estados Unidos; la hermana Tracy Jiao de la Iglesia de Dios Todopoderoso; el señor Dee Wu, coordinadora de políticas en la Formosan Association for Public Affairs (Asociación Formosa de Asuntos Públicos) y la señorita Jenny Wang, codirectora y organizadora en Keep Taiwan Free.
La señorita Reggie Littlejohn, presidente de Women’s Rights Without Frontiers, dio un discurso vibrante acerca de la “política de un solo hijo” del Partido Comunista Chino (PCCh), la cual impone el aborto estatal a las familias después del nacimiento de su primer hijo, misma que recientemente se transformó en una “política de dos hijos” que “no ha detenido la masacre”, y ha concluido que “este es el sello distintivo de los regímenes comunistas: la matanza de sus propios ciudadanos en tiempos de paz”.
Luego tomó la palabra la señorita Kristina Lantos Swett. La hija de Tamás Péter Lantos, conocido como Tom Lantos (1928-2008), un representante estadounidense demócrata por California nacido en Hungría que se dedicó a la defensa de los derechos humanos, es la presidente de la Lantos Foundation for Human Rights & Justice y llamó a que hubiera un enfoque bipartidista hacia estos terribles asuntos.
Los sobrevivientes de la masacre de Tiananmén dieron al evento un toque personal y conmovedor a través de sus recuerdos, su dolor y sus expectativas. Destaca el señor Cheng Guangcheng, el famoso abogado invidente que escapó del arresto domiciliario en China, así como el hombre que, probablemente, es el cristiano chino más conocido en el mundo, el señor Bob Fu, presidente de ChinaAid y, previamente, líder estudiantil durante las manifestaciones de 1989 en la Plaza de Tiananmén.
Bitter Winter estuvo presente en el evento como uno de sus muchos coanfitriones. Y el que suscribe hizo algunos comentarios que subrayan el papel crucial que ha desempeñado la religión en el entendimiento que tienen los líderes del PCCh de por qué el comunismo cayó en Europa Oriental y, así, sirvió como excusa para aplastar inmisericordemente a todos los grupos y creyentes religiosos en los treinta años posteriores como una forma de librarse del mismo destino en la China comunista.
Algunos políticos estadounidenses se dirigieron a la multitud. El representante James P. McGovern (demócrata-Massachusetts), presidente de la Comisión Congresional Ejecutiva sobre China de los Estados Unidos, el representante Christopher H. Smith (republicano-Nueva Jersey), vicepresidente de la misma agencia y el representante Andy Levin (demócrata-Michigan), miembro del Subcomité sobre Asia, el Pacífico y la No Proliferación del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, describieron la horrible situación que padecen muchos grupos étnicos, ciudadanos y creyentes que sufren en la actualidad bajo el gobierno del PCCh y comentaron que ningún negocio –por legítimo que sea– que Estados Unidos haga con China debería sacrificar los derechos humanos.
Nancy Pelosi (demócrata-California), la portavoz del Congreso, llegó de improviso al evento, recordando el día en el que ella y otros miembros del Congreso hicieron un viaje conmemorativo a la Plaza de Tiananmén en 1991, en medio de sospechas y vigilancia por parte del PCCh. Se comprometió a la defensa de los derechos humanos y llamó a la suspensión inmediata de todo acto ilícito por parte del régimen chino. Se le otorgó el honor de develar una estatua del “hombre del tanque”, inspirada por la famosa fotografía de un civil chino bloqueando el paso a un convoy de tanques.
En el mitin, las personas también pudieron ver la exhibición móvil de las imágenes que mostraban a las “madres de Tiananmén”, cuyos hijos fueron brutalmente asesinados en aquella plaza. Están envejeciendo, la mayoría de ellas murieron, pero nunca caminarán solas. De hecho, es el deber moral de todos estar a su lado y tomar la antorcha de la libertad de sus manos marchitas, renovando su fuerza. Uno de los momentos más importantes del mitin fue cuando el señor Marion Smith, director ejecutivo de la Fundación en Memoria de las Víctimas del Comunismo, entregó a las “madres de Tiananmén” la Medalla de la Libertad Truman-Reagan que fue aceptada en su nombre por la señorita Mi Ling Tsui, gerente de comunicaciones de la organización Human Rights in China.
El evento, al cual asistió una audiencia numerosa y que recibió cobertura por parte de muchas cadenas de televisión y otros medios, ha sido un éxito. No en un sentido de autocomplacencia, indulgencia y condescendencia –como en una reunión sentimental, nostálgica y un tanto cursi– sino porque envió un claro mensaje a Pekín. Si el comunismo está vivo y coleando en China, lo mismo pasa con los disidentes, los activistas y los observadores. Las personas oprimidas por el régimen pueden perdonar, pero no olvidar. La sangre de los mártires de Tiananmén llama a todos a seguir luchando hasta la liberación final. En el cielo del mundo está escrito ahora un mensaje claro proveniente de Washington. Ningún crimen puede pasar desapercibido; ninguna transgresión perdurará por siempre; la justicia prevalecerá. Es sólo cuestión de tiempo.