La Biblia es uno de los libros con mayor repercusión en el mundo. En China, eso supone un desafío para las autoridades.
por Lu An
El simple hecho de tener una Biblia fotocopiada se considera un delito grave en China, un país en el que los creyentes de todas las religiones son perseguidos, hostigados, vigilados e incluso torturados de manera sistemática.
A nadie le sorprende —aunque no por ello resulte menos alarmante— que los cristianos cumplan largas penas de prisión por tener fotocopias de las Sagradas Escrituras. Es algo que sabe bien Li Liang (seudónimo), líder de la Iglesia Local en la provincia central de Anhui, quien fue sentenciado a cinco años de prisión por fotocopiar la Biblia. Aunque ya salió de prisión, aún no goza de libertad plena, ya que está bajo vigilancia policial permanente y sufre intimidaciones.
Cuando fue liberado, la policía lo amenazó advirtiéndole que si seguía creyendo en Dios sería sentenciado a por lo menos diez años de prisión y los miembros de su familia también recibirían sanciones, porque las autoridades chinas creen en el castigo colectivo: los “pecados” de un miembro de la familia son también los de los demás miembros de la misma.
Según una fuente, cuando Li Liang fue detenido en 2012, la policía registró su casa y encontró dos impresoras, una gran cantidad de papel para imprimir y extractos de la Biblia que había fotocopiado y pretendía distribuir entre los creyentes. En vista de “las pruebas”, la policía catalogó a Li Liang como “jefe de una organización contrarrevolucionaria” y lo puso bajo custodia. Fue torturado para obtener información sobre la fuente de los materiales y otras noticias de la Iglesia durante cuatro meses (antes de ser sentenciado).
Durante la Revolución Cultural, la “contrarrevolución” se consideraba un delito y se las autoridades chinas utilizaron dicho delito contra muchas personas, sobre todo creyentes y disidentes. Con la modificación de 1997 del Código Penal de la República Popular China, se eliminó este delito y se reemplazó por la “subversión del poder estatal”, es decir, por el delito de rebelión.
Un creyente de la Iglesia de Li Liang, que prefirió mantenerse en el anonimato, señaló que el Partido Comunista Chino (PCCh) acusa a los cristianos del delito de “contrarrevolución” con el objetivo de afianzar el poder absoluto del Partido Comunista.
A medida que las autoridades chinas intensifican la persecución religiosa, queda claro que en el país las personas pueden ser perseguidas simplemente por poseer un libro religioso. Tener más de uno resulta aún más peligroso.
Li Wenqiang (seudónimo) es un cristiano de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de la ciudad de Shenzhen, provincia de Guangdong, al sur de China. Hace dos años, la biblioteca de su iglesia fue allanada por funcionarios de la Oficina Municipal de Prensa, Publicaciones, Radio, Cine y Televisión de Shenzhen, de la Oficina de Asuntos Étnicos y Religiosos de la ciudad y de otros departamentos. Incautaron más de 200 000 Biblias y libros religiosos. Li y otro cristiano responsable de los libros de la biblioteca fueron sentenciados a tres años de prisión (y cinco años de libertad condicional) por “operaciones comerciales ilegales”.
Según algunas fuentes, ambos siguen siendo vigilados por las autoridades y se les ha prohibido salir de Shenzhen durante cinco años. Si violan esta disposición, su pena de prisión se calculará de nuevo.
Un creyente afirmó que quienes creen en Dios se enfrentarán a una mayor persecución y hostigamiento en el futuro. “Todos deben estar preparados: sin fe, será difícil seguir adelante”, añadió.