Kenia depende económicamente de China, pero para los chinos, los kenianos son considerados personas despreciables, existen baños separados para cada raza y las trabajadoras kenianas son abofeteadas cada vez que cometen errores mínimos. Otro ejemplo sorprendente de la «deshumanización» implementada por el régimen comunista chino y sus secuaces «privados» para expandir la influencia de Pekín por el mundo.
por Marco Respinti
En el año 2014, Howard W. French, excorresponsal extranjero de The New York Times (cuya oficina en Shanghái ha dirigido durante mucho tiempo, y el cual habla con fluidez varios idiomas, incluido el mandarín), y actualmente, profesor en la Escuela de Postgrado en Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York, describió a África como el «patio trasero» de China, documentando la expansión del gigante asiático en el continente negro en el libro titulado El segundo continente de China: Cómo un millón de migrantes están conformando el nuevo imperio en África (How a Million Migrants Are Building in New Empire in Africa, Nueva York: Knopf). Los chinos poseen mucho dinero, y África, literalmente, necesita de todo. ¿Qué mejor mercado, por lo tanto, para expandirse? Un caso de estudio es Kenia.
Independiente desde el año 1963, se estima que sus poco más de 224 000 millas cuadradas de superficie están habitadas por 50 millones de personas que oficialmente hablan inglés y swahili. Divididos en 47 grupos étnicos reconocidos (los bantúes y los nilóticos son los más generalizados, pero en tamaño, el primer grupo supera por más del doble al segundo), los kenianos son en su mayoría cristianos y predominantemente protestantes. Los siguen los musulmanes, mientras que una pequeña minoría practica los cultos indígenas. Entre las minorías, también se debe tener en cuenta a una de las comunidades hindúes más grandes de toda África (sobre todo, como consecuencia de la inmigración), a una de las presencias más significativas de la fe bahá’í y también a un pequeño grupo budista. El índice de pobreza es muy alto y en el Índice de Desarrollo Humano, publicado anualmente por la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas, el país africano ocupa el puesto 142.o de 189.
El tren de los deseos
A esta imagen se debe agregar una presencia china estimada (incluso a pesar de que las estadísticas son bastante difíciles de compilar) de aproximadamente 40 000 personas. Siguiendo la lógica de los negocios, muchos chinos permanecen en Kenia solo unos pocos años: la tasa de rotación de personal es, por lo tanto, alta y, en su mayor parte, ocupan puestos directivos en empresas que se dedican principalmente a infraestructura. La asociación actual entre el Gobierno de Kenia y el espíritu empresarial chino es, de hecho, más sólida que nunca. Uno de sus principales símbolos son las más de 290 millas de vías ferroviarias de la ruta de ida y vuelta que recorren dos veces al día los trenes que conectan la ciudad capital de Nairobi y el puerto de Mombasa en el Océano Índico: la vía férrea de ancho estándar Mombasa-Nairobi, la cual costó 3600 millones de dólares, se inauguró el 1 de junio de 2017 –durante el 54.° Día de Madaraka (Día de la Responsabilidad), es decir, el aniversario de la independencia de Kenia del Imperio Británico en el año 1963‒ pasando a ser la infraestructura más importante del país desde su independencia. Los chinos han financiado la misma, la empresa China Road and Bridge Corporation (surgida de la Oficina de Ayuda Exterior del Ministerio de Comunicaciones de China) la ha construido, empleando a 25 000 chinos y, durante varios años, la misma será operada por chinos.
En general, la Kenia de hoy en día está vinculada a Pekín por 5300 millones de dólares en deudas, pero en África, este de ninguna manera se trata de un caso aislado. De hecho, durante la última década, China se ha convertido en el mayor prestamista de dinero de los países africanos, permitiendo la construcción de puertos, carreteras, puentes, aeropuertos y ferrocarriles. Es un movimiento de capital y enorme poderío, que es ridículo imaginar que solo se trate de una iniciativa llevada a cabo por empresas privadas, aunque a menudo, en territorio africano, las empresas privadas son aquellas que actúan en materia económica. Todo permanece igual, pero Pekín así lo desea. No obstante, nunca se ha utilizado ninguna sinecura para referirse a los africanos como monos.
Neocolonialismo y discriminación
Tal y como documenta Joseph Goldstein en la edición de The New York Times del 15 de octubre, muchos gerentes chinos, de hecho, llaman a sus trabajadores kenianos «monos». El caso de Richard Ochieng se volvió viral. Ochieng, un joven de 26 años de edad, perteneciente a una aldea cercana al lago Victoria, que trabaja en Ruiru, un asentamiento de rápido crecimiento situado en la periferia de Nairobi, para una empresa de motocicletas china. Su jefe, también de 26 años de edad, Liu Jiaqi, afirmó que todos los kenianos son monos, incluido el presidente de la república, Uhuru Muigai Kenyatta. Cuando Ochieng le respondió que los kenianos son libres desde el año 1963, Liu Jiaqi reiteró que incluso los monos son libres. El video que grabó el joven africano utilizando su teléfono inteligente recorrió el mundo y el joven asiático fue repatriado inmediatamente.
Pero, Goldstein afirma lo siguiente, «los […] episodios que involucran comportamiento discriminatorio procedente de la creciente fuerza laboral china en la región han inquietado a muchos kenianos, particularmente en un momento en que su gobierno busca lazos más estrechos con China». De hecho, «[a]l tiempo que el país acepta la creciente presencia china en la región, muchos kenianos se preguntan si la nación le ha dado inconscientemente la bienvenida a la afluencia de extranjeros poderosos que están dando forma al futuro del país ‒y al mismo tiempo trayendo con ellos actitudes racistas. La misma se ha transformado en una pregunta desgarradora para la nación, y una que muchos kenianos, especialmente los más jóvenes, no esperaban tener que enfrentar en el siglo XXI». Y nuevamente, no se trata únicamente del caso de Kenia, dado que China «[…] ha prestado dinero y ha generado proyectos a gran escala por toda África. Para poder pagar tales proyectos, muchos naciones africanas han solicitado préstamos a China o han confiado en recursos naturales tales como las reservas de petróleo». ha prestado dinero y construido infraestructura a gran escala en África. Para pagar tales proyectos, muchas naciones africanas han tomado préstamos de China o han confiado en recursos naturales como las reservas de petróleo.
Según Goldstein, en Nairobi “[u]na persona afirmó haber visto cómo una gerente china abofeteaba a su colega keniana por haber cometido un error insignificante». Otros trabajadores kenianos «[…] explicaron cómo los baños de sus oficinas estaban separados por raza: uno para los empleados chinos, el otro para los kenianos. Otro trabajador keniano describió cómo un gerente chino ordenó a sus empleados kenianos destapar un orinal lleno de colillas de cigarrillos, a pesar de que solo los empleados chinos se atreven a fumar adentro de las instalaciones”.
En cuanto al famoso ferrocarril Nairobi-Mombasa, Goldstein informa: “[…] en julio, The Standard, un periódico keniano, publicó un informe que describe la existencia de una atmósfera de ‘neocolonialismo’ relacionada con los trabajadores ferroviarios kenianos que se encuentran sujetos a la administración china. Algunos han sido sometidos a castigos degradantes, afirmó, mientras que a los ingenieros kenianos se les ha impedido conducir el tren, excepto cuando hay periodistas presentes. El mismo fue un reclamo particularmente candente, debido a que durante el viaje inaugural del tren, con el presidente Uhuru Kenyatta a bordo, dos mujeres kenianas condujeron el mismo con demasiada algarabía. En entrevistas con el periódico The New York Times, varios conductores de locomotoras actuales y exconductores coincidieron en que solo los conductores chinos podían operar el tren, describiendo una amplia gama de comportamientos racistas. Fred Ndubi, de 24 años de edad, recordó haber escuchado a sus supervisores chinos decir: ‘Con los uniformes puestos, ya no se verán como monos’. Otros dos trabajadores afirmaron haber escuchado lo mismo”.
Deshumanización
El racismo de las élites chinas en el extranjero incluso ha llegado a ser transmitido en la televisión. “Dos años atrás”, explica Goldstein, «una compañía china de detergentes para ropa publicó un comercial de televisión en el que se demostró la efectividad del detergente al transformar a un hombre negro en un hombre asiático de piel clara. El año pasado, WeChat, la popular aplicación de mensajería del país, se disculpó luego de que se descubrió que su software traducía las palabras chinas utilizadas para ‘extranjero negro’ como un insulto racial en inglés. Este año, la gala televisada del Año Nuevo Lunar en China, la cual se estima alcanza los 800 millones de espectadores, incluyó caricaturas de africanos con la cara pintada de negro y hombres disfrazados como animales«.
Las autoridades kenianas tampoco se quedaron a observar cómo “e[l] mes pasado, la policía keniana allanó la sede en Nairobi de un canal de televisión estatal chino, deteniendo por corto tiempo a varios periodistas. La elección del momento pareció sorprender a muchos: dicho accionar se llevó a cabo la misma semana en la que el presidente Kenyatta se encontraba en Pekín, lo que plantea el interrogante de si alguien dentro del Gobierno de Kenia deseaba generar un pleito diplomático».
La situación se está volviendo cada vez más insostenible y Goldstein no tiene dudas en afirmar lo siguiente: «[…] se utiliza la deshumanización para justificar la esclavitud y la colonización«. Degradar a los kenianos a la condición de monos significa exactamente esto: utilizarlos hasta el límite de sus fuerzas y luego acorralarlos para generar atmósferas positivas y negativas en el país. En la actualidad, los lectores de Bitter Winter lamentablemente están acostumbrados al concepto de «deshumanización» puesto en práctica por las autoridades y los gerentes chinos: para ellos, aquellos que pertenecen a un xie jiao (y nuestros lectores saben que xie jiao es solo una expresión de conveniencia instrumental) ni siquiera tienen derecho pertenecer a la raza humana y son tratados como bestias en estaciones de policía, prisiones y campamentos de reeducación; al final, sin embargo, no solo los que pertenecen a un supuesto xie jiao, sino también quienes profesan una religión, incluidas aquellas autorizadas (y controladas) por el Gobierno comunista. Pero en la actualidad, la deshumanización puesta en práctica por el Partido Comunista Chino (PCCh) y por aquellos a quienes el PCCh permite hacer negocios en el extranjero para extender su influencia, también está invadiendo África. Además, tal y como Bitter Winter ya ha informado, basándose en un artículo de la revista Foreign Policy, China está utilizando su poder económico para evitar que los medios de comunicación extranjeros publiquen noticias sobre persecución religiosa. China está, en pocas palabras, definitivamente acercándose cada vez más a África.